a.-) Instalación del primer congreso constituyente de la república del Perú.-
San Martín hizo la convocatoria el 1 de mayo de 1822. Luego de una elección elitista, se lograron 79 diputados de marcada tendencia liberal, republicana y de nacionalidad peruana y de otros países americanos, dado el carácter internacional de la independencia americana.
El congreso así constituido se instaló el 20 de setiembre de 1822 bajo la presidencia de Luna Pizarro y con el auxilio de Sánchez Carrión. Como primera medida, tras aceptar la renuncia de San Martín, creó un Triunvirato para que asuma el poder ejecutivo, formado por el general José de la Mar, el aristócrata Manuel Salazar y Baquíjano y el comerciante Felipe Antonio Alvarado, con lo cual el legislativo retenía el mayor poder política ya que el ejecutivo era débil al distribuir el poder entre los anteriormente mencionados 3 diputados.
b.-) La salida de Lima del general San Martín.-
El 20 de setiembre de 1822, con la instalación del congreso, se ofreció a San Martín poderes dictatoriales, a lo que él se opuso, puesto que su decisión de retirarse era determinante; sin embargo, convino en aceptar el ofrecimiento de “Fundador de la Libertad del Perú” y “Generalísimo de Armas”. Luego se retiro a Magdalena donde estaba su casa de campo. Esa misma noche, acompañado de una pequeña escolta y un asistente, montando a caballo, se dirigió a Ancón. Recién, a la madrugada del 22 de setiembre, en el bergantén “Belgrano” se embarcó rumbo a Valparaiso, Chile.
El mensaje escrito del general San Martín, que se leyó una vez conocido que estaba rumbo a Chile, decía: “La presencia de un militar afortunado, por más desprendimiento que tenga, es temible a los estados que de nuevo se constituyen. Por otra parte, yo estoy aburrido de oír decir que quiero hacerme soberano. Sin embargo, estaré pronto a hacer el último sacrificio por la libertad del país, pero en clase de simple particular y no más. En cuanto a mi conducta pública, mis compatriotas, como en lo general de las cosas, dividirán sus opiniones: los hijos de éstos darán el verdadero fallo. Peruanos: os dejo establecida la representación nacional; si depositáis en ella una entera confianza, cantad el triunfo, si no la anarquía os va a devorar. Que el acierto presida a vuestros destinos;y que estos os colmen de felicidad y paz”. Realmente, un mensaje histórico, pletórico de de desprendimiento y de respecto a la voluntad popular.
c.-) Medidas realizadas durante su protectorado.-
Las medidas político-administrativas más importantes durante su protectorado, que duró 1 año y 17 días, fueron las siguientes:
- El comienzo de un régimen administrativo autónomo.
- La posibilidad de que el pueblo elija el sistema más conveniente a los intereses nacionales.
- Los símbolos de la patria: la primera bandera y el himno nacional.
- La moneda nacional.
- Un reglamento básico del sistema comercial para iniciar relaciones económicas con otros países del mundo.
- La adquisición de los primeros buques para su escuadra nacional, a fin de defender la soberanía adquirida.
- La organización básica de su fuerza militar.
- La determinación de su propia ejecutoria educacional con la fundación de la primera Escuela Normal, así como las primeras escuelas libres del Perú libre.
- La creación de la Biblioteca Nacional, como el primer intento de rescatar, valorizar y difundir la cultura.
También se dieron medidas populares que en la práctica no se cumplió porque no convenía a la clase oligárquica (se esperó 33 años para cumplirse), como son:
- La eliminación del tributo para los indígenas
- La supresión de la esclavitud.
sábado, 7 de agosto de 2010
La salida de Lima del general San Martín y las medidas de su protectorado
viernes, 6 de agosto de 2010
La Entrevista de Guayaquil
Consideramos un hito las entrevistas que sostuvieron en la ciudad de Guayaquil (hoy Ecuador) los libertadores José de San Martín y Simón Bolívar los días 26 y 27 de julio de 1822. Ambos libertadores mantuvieron estas reuniones sin la presencia de testigos. Por ese motivo existe además una polémica entre los historiadores bolivarianos y los sanmartinianos acerca de lo tratado por los libertadores en la entrevista. Para San Martín, lo tratado en la conferencia era un secreto que se debía guardar para no poner en peligro las operaciones militares contra el ejército español, que aun era fuerte dentro del territorio peruano, y por varios años no reveló lo conversado. Para Bolívar, en cambio, esto sirvió para que a los pocos días de la entrevista emitiera varios informes redactados por su secretario, en el que daba su versión acerca de lo tratado con San Martín en Guayaquil. Bolívar omitió en sus informes el pedido de San Martín de unir ambos ejércitos y de este modo terminar en forma rápida la guerra. Sin embargo, existen numerosas pruebas que indican que el pedido realmente existió.
Previo a la entrevista, hubo intercambio de correspondencia entre Bolívar y San Martín acerca de la cuestión militar. El 17 de junio de 1822 Bolívar escribía:
“Tengo la mayor satisfacción en anunciar a V. E. que la guerra de Colombia está terminada, y que su ejército está pronto para marchar donde quiera que sus hermanos lo llamen, y muy particularmente a la patria de nuestros vecinos del Sur, a quienes por tanto títulos debemos preferir como los primeros amigos y hermanos de armas.”
El 13 de julio de 1822, desde Lima, San Martín le escribía a Bolívar lo siguiente:
“El Perú es el único campo de batalla que queda en la América, y en él deben reunirse los que quieran obtener los honores del último triunfo, contra los que ya han sido vencidos en todo el continente. Yo acepto la oferta generosa, que V. E. se sirve hacerme en su despacho de 17 del pasado: el Perú recibirá con entusiasmo y gratitud todas las tropas de que pueda disponer V. E., a fin de acelerar la campaña y no dejar el menor influjo a las vicisitudes de la fortuna: espero que Colombia tendrá la satisfacción de que sus armas contribuyan poderosamente a poner término a la guerra del Perú; así como las de éste han contribuido a plantar el pabellón de la república en el Sud de su vasto territorio.”
En este previo intercambio de correspondencia entre los libertadores se reconoce una promesa de Bolívar de llevar sus armas al Perú y un propósito de San Martín de recibir al ejército colombiano con el fin de lograr una rápida terminación de la guerra.
Adicionalmente, el Tratado de Confederación entre Perú y Colombia, firmado el 6 de julio de 1822 en nombre de los respectivos gobiernos por Bernardo Monteagudo y Joaquín Mosquera, dice lo siguiente:
“El gobierno de la república de Colombia por una parte, y por otra el del estado del Perú, animados del más sincero deseo de poner prontamente un término a las calamidades de la presente guerra, a que se han visto provocados por el gobierno de S. M. C. el rey de España, decididos a emplear todos sus recursos y fuerzas marítimas y terrestres para sostener eficazmente su libertad e independencia; y deseosos de que esta liga sea general entre todos los estados de América antes española, para que unidos fuertes y poderosos sostengan en común la causa de su independencia, que es el objeto primario de la actual contienda; “.
Los objetivos son: “poner prontamente un término a las calamidades de la presente guerra” y “para ello emplear todos sus recursos y fuerzas marítimas y terrestres”, encontramos nuevamente expresados en este tratado los objetivos que San Martín abrigaba para terminar con la guerra.
Pero vemos que el mismo 13 de julio Bolívar anexaba Guayaquil a la Gran Colombia. Sin estar al corriente de estos hechos, el 14 de julio San Martín zarpó del Callao a bordo de la goleta "Macedonia", rumbo a Guayaquil. El día 25 fondeaba en la isla de Puná situada en la entrada de Guayaquil. Allí encontró que Bolívar había resuelto en forma definitiva y unilateral el problema en torno a esa provincia y que los miembros de la junta y algunos simpatizantes de su anexión al Perú se habían refugiado en los barcos de la escuadra peruana surtos en dicho puerto.
Previo a la entrevista, hubo intercambio de correspondencia entre Bolívar y San Martín acerca de la cuestión militar. El 17 de junio de 1822 Bolívar escribía:
“Tengo la mayor satisfacción en anunciar a V. E. que la guerra de Colombia está terminada, y que su ejército está pronto para marchar donde quiera que sus hermanos lo llamen, y muy particularmente a la patria de nuestros vecinos del Sur, a quienes por tanto títulos debemos preferir como los primeros amigos y hermanos de armas.”
El 13 de julio de 1822, desde Lima, San Martín le escribía a Bolívar lo siguiente:
“El Perú es el único campo de batalla que queda en la América, y en él deben reunirse los que quieran obtener los honores del último triunfo, contra los que ya han sido vencidos en todo el continente. Yo acepto la oferta generosa, que V. E. se sirve hacerme en su despacho de 17 del pasado: el Perú recibirá con entusiasmo y gratitud todas las tropas de que pueda disponer V. E., a fin de acelerar la campaña y no dejar el menor influjo a las vicisitudes de la fortuna: espero que Colombia tendrá la satisfacción de que sus armas contribuyan poderosamente a poner término a la guerra del Perú; así como las de éste han contribuido a plantar el pabellón de la república en el Sud de su vasto territorio.”
En este previo intercambio de correspondencia entre los libertadores se reconoce una promesa de Bolívar de llevar sus armas al Perú y un propósito de San Martín de recibir al ejército colombiano con el fin de lograr una rápida terminación de la guerra.
Adicionalmente, el Tratado de Confederación entre Perú y Colombia, firmado el 6 de julio de 1822 en nombre de los respectivos gobiernos por Bernardo Monteagudo y Joaquín Mosquera, dice lo siguiente:
“El gobierno de la república de Colombia por una parte, y por otra el del estado del Perú, animados del más sincero deseo de poner prontamente un término a las calamidades de la presente guerra, a que se han visto provocados por el gobierno de S. M. C. el rey de España, decididos a emplear todos sus recursos y fuerzas marítimas y terrestres para sostener eficazmente su libertad e independencia; y deseosos de que esta liga sea general entre todos los estados de América antes española, para que unidos fuertes y poderosos sostengan en común la causa de su independencia, que es el objeto primario de la actual contienda; “.
Los objetivos son: “poner prontamente un término a las calamidades de la presente guerra” y “para ello emplear todos sus recursos y fuerzas marítimas y terrestres”, encontramos nuevamente expresados en este tratado los objetivos que San Martín abrigaba para terminar con la guerra.
Pero vemos que el mismo 13 de julio Bolívar anexaba Guayaquil a la Gran Colombia. Sin estar al corriente de estos hechos, el 14 de julio San Martín zarpó del Callao a bordo de la goleta "Macedonia", rumbo a Guayaquil. El día 25 fondeaba en la isla de Puná situada en la entrada de Guayaquil. Allí encontró que Bolívar había resuelto en forma definitiva y unilateral el problema en torno a esa provincia y que los miembros de la junta y algunos simpatizantes de su anexión al Perú se habían refugiado en los barcos de la escuadra peruana surtos en dicho puerto.
Al mediodía del 26 de julio de 1822, descendió San Martín con su comitiva y una pequeña escolta. Desde el muelle hasta la casa escogida para el encuentro de los dos libertadores, se encontraba formado un batallón de infantería, que en orden de parada hizo los honores que por su alta graduación y rango se le debían. Al llegar a la residencia, Bolívar lo esperaba al pie de la escalera. Comenzaron enseguida las felicitaciones de las corporaciones, de las diversas personalidades y de las damas guayaquileñas. Concluido el ceremonial del recibimiento, ambos libertadores tuvieron su primera entrevista en tierra, la cual fue a puertas cerradas y sin testigos, prolongándose por espacio de hora y media. La tarde del mismo 26, el Protector visitó a Bolívar en su casa, teniendo ambos caudillos una nueva entrevista confidencial, aunque esta vez más corta, pues duró aproximadamente una media hora. Al término de ella, el Protector se retiró a su alojamiento, donde en aquella noche del 26 recibió el saludo de numerosísimas personas.
El día 27 sería el último de permanencia en Guayaquil de San Martín. Antes de ir a visitar nuevamente al Libertador, dejó arreglado todo el equipaje, porque tenía la intención de partir inmediatamente después de su asistencia a la fiesta, que en su honor, se daría esa noche en el Cabildo. Al mediodía el Protector abandonó su alojamiento y se trasladó a casa del Libertador, donde sostuvo con éste una tercera entrevista, tan confidencial como las dos primeras, más larga que ellas, pues se prolongó de la una a las cinco de la tarde. Luego, ambos se trasladaron a un gran salón donde se llevó a cabo un banquete. Más tarde, el Protector asistió al baile ofrecido en su honor. La fiesta reunía lo más selecto de la sociedad guayaquileña, así como jefes y oficiales del ejército colombiano, chileno y argentino. A la una de la mañana, del ya 28 de julio, el Protector comunicó al Libertador su retiro, el cual se llevó a cabo en forma sigilosa, sin que nadie se diese cuenta. San Martín fue acompañado por el Libertador hasta el muelle, lugar desde el cual ambos caudillos se despidieron. Nunca más volverían a verse.
Después de más de 20 días de travesía, San Martín llegó a su destino, ingresando a la ciudad de Lima el 19 de agosto, siendo aclamado vivamente por el pueblo limeño. A su llegada al puerto del Callao fue informado de la deposición de su ministro Bernardo Monteagudo.
El 19 de abril de 1827, San Martín dirige una carta al general Miller. Éste le había solicitado a San Martín detalles sobre su actuación en Perú y sobre la logia de Buenos Aires, adjunto el detalle referente a la entrevista:
“En cuanto a mi viaje a Guayaquil, él no tuvo otro objeto que el de reclamar del general Bolívar los auxilios que pudiera prestar para terminar la guerra del Perú, auxilios que una justa retribución (prescindiendo de los intereses generales) lo exigía por los que el Perú tan generosamente había prestado para libertar el territorio de Colombia. Mi confianza en el buen resultado estaba tanto más fundada cuanto el ejército de Colombia, después de la batalla de Pichincha, se había aumentado con los prisioneros, y contaba con 9.600 bayonetas; pero mis esperanzas fueron burladas al ver que en mi primer conferencia con el Libertador me declaró que, haciendo todos los esfuerzos posibles, sólo podía desprenderse de tres batallones con la fuerza total de 1.700 plazas. Estos auxilios no me parecieron suficientes para terminar la guerra, pues estaba convencido que el buen éxito de ella no podía esperarse sin la activa y eficaz cooperación de todas las fuerzas de Colombia; Así es que mi resolución fue tomada en el acto, creyendo de mi deber hacer el último sacrificio en beneficio del país. Al día siguiente y a presencia del vicealmirante Blanco dije al Libertador que, habiendo dejado convocado al Congreso para el próximo mes el día de su instalación sería el último de mi permanencia en el Perú; añadiendo: “ahora le queda a Ud., general, un nuevo campo de gloria en el que va Ud. a poner el último sello a la libertad de la América”.
El 11 de septiembre de 1848, una segunda carta de San Martín es dirigida a Ramón Castilla, en ese momento Presidente de la República del Perú, remitida desde Boulogne Sur Mer el 11 de septiembre de 1848, es el segundo testimonio personal del Protector sobre su entrevista con Bolívar. Con respecto a Guayaquil dice lo siguiente:
“He aquí, mi querido general, un corto análisis de mi vida pública seguida en América: Yo hubiera tenido la más completa satisfacción habiéndola puesto fin con la terminación de la guerra de la independencia en el Perú, pero mi entrevista en Guayaquil con el general Bolívar me convenció (no obstante sus protestas) de que el solo obstáculo para su venida al Perú con el ejército de su mando, no era otro que la permanencia del General San Martín, a pesar de la sinceridad con que le ofrecí ponerme bajo sus órdenes con todas las fuerzas de que yo disponía.
Si algún servicio tiene que agradecerme la América, es el de mi retirada de Lima, paso que no sólo comprometía mi honor y reputación, sino que me era tanto más sensible, cuanto que conocía que con las fuerzas reunidas de Colombia, la guerra de la Independencia hubiera sido terminada en todo el año 23”.
Pero, si buscamos un documento que cuente de forma más completa y detallada detalles de esta entrevista, sería pues aquella carta de San Martín a Bolívar del 29 de agosto de 1822.
Este documento trae consigo una ardorosa polémica respecto a su autenticidad. El conocimiento de esta carta fue posible gracias a Gabriel Lafond de Lurcy, de nacionalidad francesa, quien estuvo al servicio de la marina peruana después de la primera rendición del Callao. Veintiún años después, Lafond publicó en París una obra titulada “Voyages autor du monde et naufrages célèbres”, entre los años 1843-1844, cuyo segundo volumen está consagrado a la independencia americana. Lafond solicitó a San Martín documentos, según se puede constatar en 8 cartas sucesivas existentes en el archivo de San Martín en el museo Mitre.
Adjunto a continuación este famoso documento:
Lima, 29 de agosto de 1821.
Excmo. señor Libertador de Colombia, Simón Bolívar.
Querido general:
“Dije a usted en mi última del 23 del corriente que habiendo reasumido el mando Supremo de esta república, con el fin de separar de él al débil e inepto Torre-Tagle las atenciones que me rodeaban en el momento no me permitían escribirle con la atención que deseaba; ahora al verificarlo no sólo lo haré con la franqueza de mi carácter sino con la que exigen los altos intereses de la América.
Los resultados de nuestra entrevista no han sido los que me prometía para la pronta terminación de la guerra. Desgraciadamente yo estoy íntimamente convencido o que no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes, con las fuerzas de mi mando, o que mi persona le es embarazosa.
Las razones que usted me expuso de que su delicadeza no le permitiría jamás mandarme, y que aun en el caso de que esta dificultad pudiese ser vencida estaba seguro que el Congreso de Colombia no autorizaría su separación del territorio de la república, permítame general, le diga no me han parecido plausibles. La primera se refuta por sí misma. En cuanto a la seguida estoy muy persuadido la menor manifestación suya al Congreso sería acogida con unánime aprobación cuando se trata de finalizar la lucha en que estamos empeñados con la cooperación de usted y la del ejército de su mando y que el honor de ponerle término refluirá tanto sobre usted como sobre la república que preside.
No se haga usted ilusiones, general. Las noticias que tiene de las fuerzas realistas son equivocadas: ellas montan en el Alto y Bajo Perú a más de 19.000 veteranos, que pueden reunirse en el espacio de dos meses.
El ejército patriota, diezmado por las enfermedades, no podrá poner en línea de batalla sino 8.500 hombres, y de éstos una gran parte reclutas. La división del general Santa Cruz cuyas bajas según me escribe este general no han sido reemplazadas a pesar de sus reclamaciones en su dilatada marcha por tierra, debe experimentar una pérdida considerable, y nada podrá emprender en la presente campaña. La división de 1.400 colombianos que usted envía será necesaria para mantener la guarnición del Callao y el orden en Lima.
Por consiguiente, sin el apoyo del ejército de su mando, la operación que se prepara por Puertos Intermedios no podrá conseguir las ventajas que debían esperarse, si fuerzas poderosas no llaman en la atención del enemigo por otra parte y así la lucha se prolongará por un tiempo indefinido. Digo indefinido porque estoy íntimamente convencido que sean cuales fueren las vicisitudes de la presente guerra, la independencia de la América es irrevocable; pero también lo estoy de que su prolongación causará la ruina de sus pueblos, y es un deber sagrado para los hombres a quienes están confiados sus destinos, evitar la continuación de tamaños males.
En fin, general; mi partido está irrevocablemente tomado. Para el 20 del mes entrante he convocado el primer congreso del Perú y al día siguiente de su instalación me embarcaré para Chile convencido de que mi presencia es el solo obstáculo que le impide a usted venir al Perú con el ejército de su mando.
Para mí hubiese sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un general a quien América debe su libertad. El destino lo dispone de otro modo y es preciso conformarse.
No dudando que después de mi salida del Perú el gobierno que se establezca reclamará la activa cooperación de Colombia y que usted no podrá negarse a tan justa exigencia, remitiré a usted una nota de todos los jefes cuya conducta militar y privada pueda ser a usted de alguna utilidad su conocimiento.
El general Arenales quedará encargado del mando de las fuerzas argentinas. Su honradez, coraje y conocimiento, estoy seguro lo harán acreedor a que usted le dispense toda consideración.
Nada diré a usted sobre la reunión de Guayaquil a la república de Colombia. Permítame, general, que le diga que creí no era a nosotros a quienes correspondía decidir este importante asunto. Concluida la guerra los gobiernos respectivos lo hubieran transado sin los inconvenientes que en el día pueden resultar a los intereses de los nuevos estados de Sud América.
He hablado a usted, general, con franqueza, pero los sentimientos que expresa esta carta quedarán sepultados en el más profundo silencio; si llegasen a traslucirse, los enemigos de nuestra libertad podrían prevalecerse para perjudicarla, y los intrigantes y ambiciosos para soplar la discordia.
Con el comandante Delgado, dador de ésta, remito a usted una escopeta y un par de pistolas juntamente con el caballo de paso que le ofrecí en Guayaquil. Admita usted, general, esta memoria del primero de sus admiradores.
Con estos sentimientos y con los de desearle únicamente sea usted quien tenga la gloria de terminar la guerra de la independencia de la América del Sud, se repite su afectísimo servidor.
Lima, 29 de agosto de 1821.
Excmo. señor Libertador de Colombia, Simón Bolívar.
Querido general:
“Dije a usted en mi última del 23 del corriente que habiendo reasumido el mando Supremo de esta república, con el fin de separar de él al débil e inepto Torre-Tagle las atenciones que me rodeaban en el momento no me permitían escribirle con la atención que deseaba; ahora al verificarlo no sólo lo haré con la franqueza de mi carácter sino con la que exigen los altos intereses de la América.
Los resultados de nuestra entrevista no han sido los que me prometía para la pronta terminación de la guerra. Desgraciadamente yo estoy íntimamente convencido o que no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes, con las fuerzas de mi mando, o que mi persona le es embarazosa.
Las razones que usted me expuso de que su delicadeza no le permitiría jamás mandarme, y que aun en el caso de que esta dificultad pudiese ser vencida estaba seguro que el Congreso de Colombia no autorizaría su separación del territorio de la república, permítame general, le diga no me han parecido plausibles. La primera se refuta por sí misma. En cuanto a la seguida estoy muy persuadido la menor manifestación suya al Congreso sería acogida con unánime aprobación cuando se trata de finalizar la lucha en que estamos empeñados con la cooperación de usted y la del ejército de su mando y que el honor de ponerle término refluirá tanto sobre usted como sobre la república que preside.
No se haga usted ilusiones, general. Las noticias que tiene de las fuerzas realistas son equivocadas: ellas montan en el Alto y Bajo Perú a más de 19.000 veteranos, que pueden reunirse en el espacio de dos meses.
El ejército patriota, diezmado por las enfermedades, no podrá poner en línea de batalla sino 8.500 hombres, y de éstos una gran parte reclutas. La división del general Santa Cruz cuyas bajas según me escribe este general no han sido reemplazadas a pesar de sus reclamaciones en su dilatada marcha por tierra, debe experimentar una pérdida considerable, y nada podrá emprender en la presente campaña. La división de 1.400 colombianos que usted envía será necesaria para mantener la guarnición del Callao y el orden en Lima.
Por consiguiente, sin el apoyo del ejército de su mando, la operación que se prepara por Puertos Intermedios no podrá conseguir las ventajas que debían esperarse, si fuerzas poderosas no llaman en la atención del enemigo por otra parte y así la lucha se prolongará por un tiempo indefinido. Digo indefinido porque estoy íntimamente convencido que sean cuales fueren las vicisitudes de la presente guerra, la independencia de la América es irrevocable; pero también lo estoy de que su prolongación causará la ruina de sus pueblos, y es un deber sagrado para los hombres a quienes están confiados sus destinos, evitar la continuación de tamaños males.
En fin, general; mi partido está irrevocablemente tomado. Para el 20 del mes entrante he convocado el primer congreso del Perú y al día siguiente de su instalación me embarcaré para Chile convencido de que mi presencia es el solo obstáculo que le impide a usted venir al Perú con el ejército de su mando.
Para mí hubiese sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un general a quien América debe su libertad. El destino lo dispone de otro modo y es preciso conformarse.
No dudando que después de mi salida del Perú el gobierno que se establezca reclamará la activa cooperación de Colombia y que usted no podrá negarse a tan justa exigencia, remitiré a usted una nota de todos los jefes cuya conducta militar y privada pueda ser a usted de alguna utilidad su conocimiento.
El general Arenales quedará encargado del mando de las fuerzas argentinas. Su honradez, coraje y conocimiento, estoy seguro lo harán acreedor a que usted le dispense toda consideración.
Nada diré a usted sobre la reunión de Guayaquil a la república de Colombia. Permítame, general, que le diga que creí no era a nosotros a quienes correspondía decidir este importante asunto. Concluida la guerra los gobiernos respectivos lo hubieran transado sin los inconvenientes que en el día pueden resultar a los intereses de los nuevos estados de Sud América.
He hablado a usted, general, con franqueza, pero los sentimientos que expresa esta carta quedarán sepultados en el más profundo silencio; si llegasen a traslucirse, los enemigos de nuestra libertad podrían prevalecerse para perjudicarla, y los intrigantes y ambiciosos para soplar la discordia.
Con el comandante Delgado, dador de ésta, remito a usted una escopeta y un par de pistolas juntamente con el caballo de paso que le ofrecí en Guayaquil. Admita usted, general, esta memoria del primero de sus admiradores.
Con estos sentimientos y con los de desearle únicamente sea usted quien tenga la gloria de terminar la guerra de la independencia de la América del Sud, se repite su afectísimo servidor.
JOSÉ DE SAN MARTÍN."
Conclusiones:
Analizando la documentación sobre esta entrevista se puede concluir que en primer lugar, esta reunión no fue una simple visita de cortesía sin objetivos fijos, ya que carecería de toda explicación coherente el retiro de San Martín del Perú en momentos que aún no había concluido la guerra, cuando su situación interna militar y política era tan crítica.
Asumimos que San Martín fue a Guayaquil con el objetivo el conseguir la unión de los dos ejércitos libertadores y que en última instancia él podía ceder el mando supremo de lo que sería el ejército libertador unido. Además, en los mismos meses también solicitó refuerzos a Chile y a las Provincias Unidas. Es por ese motivo que se deduce que San Martín viajaba con un plan preconcebido. El secretario de Bolívar, J. G. Pérez consigna que San Martín le expresó a Bolívar “que pocas horas en tierra serían suficientes para explicarse”.
Está claro que Bolívar no pensó en aunar ambos ejércitos y dirigir la guerra contra los españoles en el Perú bajo una sola jefatura.
La propuesta de San Martín debió desconcertar a Bolívar, al no haber pensado en dicha posibilidad. Al ser tan directa y exigir una respuesta inmediata el desconcierto era la reacción normal. San Martín debió sentir desánimo de no encontrar la respuesta que él esperaba, porque él era conciente de su crítica situación en el Perú. Debe considerarse además, algo en lo que pocas veces se tiene en cuenta, que mientras San Martín tenía todos los poderes en el Perú, ejercía una verdadera dictadura con el título de Protector, en cambio Bolívar, con todo su prestigio e influencia, era Presidente de Colombia y por lo tanto sometido a las leyes de ese país. Todo esto nos permite comprende mejor la apelación al Congreso, por parte de Bolívar, que aparece tanto en la versión de San Martín y de sus confidentes como en la del edecán y secretario privado de Bolívar.
También se entiende que San Martín se desconcertara con la actitud para él dubitativa de Bolívar y que por ello se desilusionara con los resultados de la entrevista y decidiera retornar al Perú, al ya no tener mayor sentido las conversaciones.
La versión sanmartiniana se centra solo en el objetivo militar como tema eje de la entrevista. Es obvio que San Martín no iba a viajar a Guayaquil en situaciones tan críticas como las que pasaba para dialogar sobre la situación de Guayaquil o el futuro político de Hispanoamérica. Claro que fueron temas que se trataron, pero fueron temas totalmente secundarios, fruto del desenvolvimiento mismo de la entrevista amigable entre los dos caudillos.
También fue tema de las conversaciones lo concerniente a la forma más conveniente para los estados hispanoamericanos nacientes. San Martín argumentó su posición contraria al sistema republicano y defendió el monarquismo constitucional, al estilo inglés, con un príncipe de una de las dinastías europeas reinantes. Bolívar defendió la superioridad del sistema republicano, un gobierno unitario, con un Ejecutivo poderoso.
Pero no todo fue desacuerdo entre las opiniones de los dos libertadores. En un punto sí estuvieron de acuerdo: fue el concerniente a la inconveniencia del sistema federal en los nacientes estados de Hispanoamérica, lo consideraban el más nefasto para esta región y la prueba la tenían en el estado de anarquía en el que habían caído las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Se puede decir que el tema militar fue el punto central de la entrevista y que al producirse el desencuentro se produjo también el desencanto. Ambos personajes no quedaron satisfechos con la entrevista y es por ello que en sus testimonios se trasluce ese desconcierto y esa desilusión.
Conclusiones:
Analizando la documentación sobre esta entrevista se puede concluir que en primer lugar, esta reunión no fue una simple visita de cortesía sin objetivos fijos, ya que carecería de toda explicación coherente el retiro de San Martín del Perú en momentos que aún no había concluido la guerra, cuando su situación interna militar y política era tan crítica.
Asumimos que San Martín fue a Guayaquil con el objetivo el conseguir la unión de los dos ejércitos libertadores y que en última instancia él podía ceder el mando supremo de lo que sería el ejército libertador unido. Además, en los mismos meses también solicitó refuerzos a Chile y a las Provincias Unidas. Es por ese motivo que se deduce que San Martín viajaba con un plan preconcebido. El secretario de Bolívar, J. G. Pérez consigna que San Martín le expresó a Bolívar “que pocas horas en tierra serían suficientes para explicarse”.
Está claro que Bolívar no pensó en aunar ambos ejércitos y dirigir la guerra contra los españoles en el Perú bajo una sola jefatura.
La propuesta de San Martín debió desconcertar a Bolívar, al no haber pensado en dicha posibilidad. Al ser tan directa y exigir una respuesta inmediata el desconcierto era la reacción normal. San Martín debió sentir desánimo de no encontrar la respuesta que él esperaba, porque él era conciente de su crítica situación en el Perú. Debe considerarse además, algo en lo que pocas veces se tiene en cuenta, que mientras San Martín tenía todos los poderes en el Perú, ejercía una verdadera dictadura con el título de Protector, en cambio Bolívar, con todo su prestigio e influencia, era Presidente de Colombia y por lo tanto sometido a las leyes de ese país. Todo esto nos permite comprende mejor la apelación al Congreso, por parte de Bolívar, que aparece tanto en la versión de San Martín y de sus confidentes como en la del edecán y secretario privado de Bolívar.
También se entiende que San Martín se desconcertara con la actitud para él dubitativa de Bolívar y que por ello se desilusionara con los resultados de la entrevista y decidiera retornar al Perú, al ya no tener mayor sentido las conversaciones.
La versión sanmartiniana se centra solo en el objetivo militar como tema eje de la entrevista. Es obvio que San Martín no iba a viajar a Guayaquil en situaciones tan críticas como las que pasaba para dialogar sobre la situación de Guayaquil o el futuro político de Hispanoamérica. Claro que fueron temas que se trataron, pero fueron temas totalmente secundarios, fruto del desenvolvimiento mismo de la entrevista amigable entre los dos caudillos.
También fue tema de las conversaciones lo concerniente a la forma más conveniente para los estados hispanoamericanos nacientes. San Martín argumentó su posición contraria al sistema republicano y defendió el monarquismo constitucional, al estilo inglés, con un príncipe de una de las dinastías europeas reinantes. Bolívar defendió la superioridad del sistema republicano, un gobierno unitario, con un Ejecutivo poderoso.
Pero no todo fue desacuerdo entre las opiniones de los dos libertadores. En un punto sí estuvieron de acuerdo: fue el concerniente a la inconveniencia del sistema federal en los nacientes estados de Hispanoamérica, lo consideraban el más nefasto para esta región y la prueba la tenían en el estado de anarquía en el que habían caído las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Se puede decir que el tema militar fue el punto central de la entrevista y que al producirse el desencuentro se produjo también el desencanto. Ambos personajes no quedaron satisfechos con la entrevista y es por ello que en sus testimonios se trasluce ese desconcierto y esa desilusión.
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jueves, 5 de agosto de 2010
La entrada a Lima del Gral. San Martin (Un memorable 12 de julio de 1821).
a.-) El sentir de los limeños.-
Circulaba el rumor de que el ejército libertador era extremadamente violento y sanguinario, que estando compuesto por hordas de indios, negros y resentidos sociales su sed de venganza contra los sectores pudientes que residían en Lima desataría una matanza nunca antes vista. Por ello y porque en Lima los sentimientos libres eran considerados una deslealtad a la corona, la independencia fue asumido, por no pocos, como si se tratase de un cataclismo.
Entonces, ante la inminente llegada del ejército libertador muchos buscaron refugio en el Castillo del Callao y los comerciantes cerraron sus negocios por temor a un saqueo.
b.-) La retirada del ejército realista.-
El virrey sabía que sus fuerzas eran superiores mientras que el ejército libertador era sólo fuerte en la costa y el norte, pero sino quería abandonar el Perú, debía abandonar Lima, porque ya padecía los estragos del bloqueo del ejército libertador.
La parte más importante del Perú en tiempos coloniales no fue la costa con su capital aristocrática sino la sierra, con su producción agropecuaria, minera, obrajera, sus relaciones comerciales y su alta densidad demográfica. Allí los realistas tendrían una despensa inacabable de víveres y mano de obra (comida para el ejército y cobro de tributos), y una inmensa retaguardia hacia el sur.
Es así que el ejército realista abandona la capital el 6 de julio de 1821, dejando sólo un destacamento al mando del general José de la Mar, para que custodie el Castillo del Callao.
c.-) El ingreso a Lima del Gral. José de San Martín y Matorras.-
El 9 de julio de 1821, parte del pueblo limeño representado por algunos notables (españoles y criollos), hizo llegar una invitación a San Martín para que ingrese a Lima.
Él mandó un pequeño destacamento de patriotas e hizo su entrada a Lima en la noche del 12 de julio de 1821. En vez de venir con pompa oficial, esperó a que oscureciese para entrar a la capital a caballo y sin escolta, acompañado por un simple ayudante.
Dos días después lo hizo el grueso del ejército libertador siendo recibido con mucho fervor patriótico por el pueblo y con recelo por la aristocracia colonial, obligada por las circunstancias a asumir una postura libertaria. Actitud comprensible si se recuerda que entre ella y el ejército realista se encuentra las montoneras y las guerrillas dispuestas a entrar en acción. Rehusarse era para muchos el equivalente a firmar su propio arresto, confiscación, pérdida de empleo o exilio.
d.-) Proclamación de la independencia del Perú.-
En los días siguientes Lima se fue reanimando lentamente. Poco a poco la población tomó confianza en los emancipadores y comprobó que no había razón para el temor.
San Martín invitó al Cabildo a declarar la independencia, lo que se cumplió inmediatamente el 14 de julio de 1821.
Finalmente, el sábado 28 de julio de 1821, en una ceremonia pública muy solemne José de San Martín proclamó la independencia del Perú. Lo hizo, primero en la Plaza de Armas entre 16 000 concurrentes mientras se replicaban las campanas y se hacían salvas de artillería, después, en la Plazuela de la Merced y, luego, frente al Convento de los Descalzos. El libertador exclamó el celebre discurso: “El Perú, es desde este momento, libre e independiente, por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa, que Dios defiende. ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!
e.-) La reacción de los realistas.-
El ejército realista se amontonó en las afueras de Lima, y el 10 de setiembre de 1821, sin que el ejército libertador impida su avance, llegó hasta el Callao para unirse con las fuerzas del general La Mar en el Castillo del Callao a quienes les entregó las órdenes del virrey La Serna y el avituallamiento militar, para regresar a la sierra el 16 de setiembre de 1821.
El ejército libertador reaccionó tarde, cuando el realista ya se encontraba en la sierra, entonces, al mando del general Miller con 7 mil soldados y 3 mil montoneros les hizo frente por Puruchuco y Huamantanga (cerca de Canta) produciendo bajas considerables en el ejército realista, sobre todo, gracias a la acción heroica de los montoneros.
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